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Tabúes de la sexualidad masculina: ¿por qué nos cuesta tanto hablar de sexo?
Los complejos, las inseguridades y los estereotipos derivados de la masculinidad frágil han sido un lastre para el disfrute pleno de los hombres en el sexo. Las presiones autoimpuestas, los mitos y sobre todo la aversión a hablar de todo ello ha hecho tanta mella que hemos convertido los problemas relacionados con el sexo en un tema tabú. Es hora de acabar con todo eso.
02 Junio 2021
|Históricamente, los hombres hemos tenido mayor dificultad que las mujeres para expresar lo que sentimos, para mostrarnos débiles o para reconocer que tenemos miedos. Desde muy pequeños nos cuelgan la etiqueta de machos valientes, dominantes e inexpresivos, y aunque estos estigmas se han ido superando con el tiempo, todavía nos quedan residuos de ello. Nos hemos ido abriendo a la hora de expresar nuestros sentimientos, entendiendo que los hombres también podemos llorar; también somos más flexibles a la hora de liberarnos de los prejuicios machistas y de lo que se conoce como masculinidad tóxica, pero lo cierto es que para de hablar de sexo y de los complejos relacionados con este, todavía nos queda mucho camino por recorrer.
El sexo en general está lleno de tabúes, mitos y prejuicios que pueden perjudicar enormemente nuestra intimidad y en muchos casos nuestra salud mental. Es algo que ocurre tanto en hombres como en mujeres, pero para nadie es un secreto que la liberación y el empoderamiento femenino han conseguido que sus inseguridades y complejos estén mucho más visibilizados. No ocurre así con los de los hombres, que siguen condicionados por roles basados en autoexigencias y en altas expectativas. Para muchos, cada encuentro sexual supone un combate a pecho descubierto contra su masculinidad frágil. No estamos dispuestos a perder, y llegado el caso, menos a que se enteren y nos juzguen. Ergo, la masculinidad frágil gana siempre.
Principales tabúes y generadores de complejos masculinos
1 Sin un misil entre las piernas no vamos a ningún lado
Es paradójico, pero los hombres llevamos años haciendo bromas referentes al tamaño del miembro, casi como si fuera la mayor humillación posible. Si hubiera un concurso de las 'ofensas' más simples (en un mal sentido), recurrentes y heterobásicas del mundo, estas y las relacionadas con la homosexualidad se disputarían el primer puesto, sin duda. Ahora bien, el día que tengamos una experiencia que nos genere algún tipo de complejo seguro que no nos vamos a reír tanto. Cierto es que la presión también viene en muchas ocasiones por parte de las mujeres, y que la pornografía ha hecho también lo suyo, pero nosotros no nos hacemos ningún favor alimentando todo esto.
Seguro que más de uno recuerda la broma generalizada que circuló hace un tiempo por Twitter y demás redes con frases como: "¿Dos centímetros? ¿Eso es un pene o un arma de destrucción masiva?". Sin duda, una de las bromas más sanas jamás vistas en el mundo tóxico de las redes. Lo de que el tamaño es lo más importante debería estar más que superado. Numerosos sexólogos lo han desmentido, muchas mujeres en su experiencia propia también, pero este sigue siendo uno de los grandes tabúes de los hombres, sobre todo cuando hablamos de forma seria. Para muchos supone un absoluto quebradero de cabeza y, dado el contexto, es entendible, pero no debemos olvidar que esto consiste en disfrutar, y todos, salvo aquellos con problemas clínicos, somos aptos para ello.
2 El fantasma del gatillazo
Otro de los tabúes habituales es la disfunción eréctil puntual, conocida por todos como gatillazo. Es curioso, pero aunque todos o casi todos los hombres han tenido uno alguna vez, son muy pocos los que lo reconocen o los que no se avergüenzan de ello. Un gatillazo puede deberse a diferentes factores como la presión psicológica, el cansancio, la ansiedad o el alcohol. Para empezar, cabe recordar que el sexo (por lo menos el de nuestra época) va mucho más allá de la penetración. Solo esto debería ser suficiente para que entendamos que la disfunción eréctil puntual no es ningún problema. De la misma manera que le cuentas a tu colega que ayer te tropezaste saliendo del metro, le podrías contar que tuviste un gatillazo. Si más allá de las risas sanas entre amigos te intentan humillar o hacerte sentir menos, tal vez deberías cambiar de colegas. Es una buena forma de detectar a un mal amigo.
3 "¿30 segundos? Se trata de sexo, no de ver la trilogía entera de 'El Señor de los Anillos'"
Para la eyaculación precoz también tenían bromas sanas en Twitter, y qué bueno, porque es otra de las grandes preocupaciones de los hombres. Como dato, uno de cada tres hombres sufre de eyaculación precoz, pero el 80% de ellos no lo habla con nadie. Aunque menos conocida, también existe la eyaculación retardada, pero como esta se relaciona con durar más, la vemos erróneamente como algo positivo, y nada más lejos de la realidad. En general, la duración del coito supone una presión enorme para la mayoría de los hombres, más sabiendo que por regla general la mujer siempre tarda más en alcanzar el orgasmo.
Lo más visto
En la mayoría de los casos, la eyaculación precoz es un problema más psicológico que físico, lo que se traduce en que muchas veces es la misma presión con la que encaramos el acto la que nos juega en contra. Es el pez que se muerde la cola si queremos simplificar. Para empezar, los hombres deben ser conscientes de que no están solos y que el problema se puede solucionar. Ya si queremos ir a un plano más superficial, podemos rescatar una frase anterior: el sexo va mucho más allá de la penetración. Hasta que algo que es más normal de lo que pensamos no deje de ser un tabú en nuestras conversaciones, va a ser difícil que esa presión colectiva por la duración del coito se empiece a superar.
4 Punto G, apetito sexual y otros tabúes que no podemos dejar pasar por alto
Si bien los anteriores son los más conocidos, existen otros tabúes en la sexualidad masculina que, al no ser concebidos como 'importantes', pasan casi desapercibidos. Hablamos, por ejemplo, de todo lo relacionado con el sexo anal, sobre todo cuando se trata de hombres heterosexuales. El sexo anal puede ser muy placentero para el hombre al ser esta una forma de estimular el 'punto G' masculino, ya sea mediante los dedos o con la ayuda de algún juguete. Por desgracia, la mayoría no podría siquiera plantearse la idea, al relacionar todo lo anal con la homosexualidad, y no, bajo ninguna circunstancia podrían permitirse eso.
Otra de las etiquetas que tenemos colgadas todos los hombres y que a veces pueden jugar en nuestra contra es la de que siempre tenemos ganas de sexo, y no necesariamente tiene que ser así. Al igual que ocurre con las mujeres, los niveles de libido pueden sufrir variaciones. Aunque no estemos muy acostumbrados a verlos y pensemos que son seres mitológicos, existen los hombres con poco apetito sexual. Más allá de eso, cualquiera puede ver disminuido su deseo por circunstancias físicas y emocionales, y no pasa absolutamente nada.
Debemos acabar con las presiones derivadas de nuestra masculinidad frágil
Nuestra masculinidad frágil nos ha hecho mucho daño. Entre otras cosas, ha sido la causa de que la mayoría de los hombres sientan la necesidad de competir entre ellos. Para muchos, gran parte de su autoestima radica en la cantidad de mujeres con las que se han acostado, el tamaño de su pene, lo que duran en la cama y en general en lo 'poderosos' que se puedan sentir respecto del sexo. Esto no solo repercute en esa necesidad casi obsesiva de estarse comparando con los demás, sino también en la incapacidad para hablar de los problemas relacionados con la sexualidad, sea con amigos, pareja o un especialista.
Llegados a este punto, es más que necesario desprendernos de tantas frustaciones, falsas expectativas y presiones innecesarias. Es hora de empezar a vivir una sexualidad sana en la que bajo ninguna circunstancia veamos peligrar nuestra 'masculinidad', un concepto entendido de manera muy errónea. No se puede ser más macho ni menos macho, y en el caso de que así fuera, esto no dependería del tamaño del pene o del tiempo que tardemos en eyacular. El sexo consiste en disfrutar más que en cumplir, y cuanto antes podamos empezar a hablar de ello sin sentirnos 'frágiles', mejor.