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Los patinetes eléctricos, el negocio prometedor que parece estar desinflándose
Algunas empresas, propietarias de estos nuevos inquilinos que se pueden ver en las calles de numerosas ciudades norteamericanas y europeas, están teniendo problemas en ambos continentes. El coste de mantenimiento de los patinetes y la carencia de una normativa clara sobre su uso están ralentizándo el desarrollo de este nuevo mercado.
03 Enero 2019
|Si uno se pierde por las ciudades chinas de Pekín, Xiamen o Shanghai, probablemente se topará con una estampa que no esperaría ver. En numerosos parkings y descampados se acumulan miles y miles de bicicletas públicas en desuso, como consecuencia del exceso de oferta de un producto que no estaba adaptado a las normativas de movilidad y de circulación chinas. Son los "cementerios de bicicletas", donde incontables bicis se oxidan, una sobre otra, como si fueran androides desconectados en la distopía 'Yo, robot'.
La duda de si este mismo destino puede ser el que espere a los patinetes eléctricos compartidos asalta inevitablemente. El negocio está teniendo más problemas de los esperados, tanto en Estados Unidos, país donde se estableció primero, como en Europa.
Inicios alentadores, presente complicado
En septiembre de 2017, Santa Mónica (EE.UU.) se convirtió en la primera ciudad del mundo en estrenar el servicio compartido de patinetes eléctricos. Bird Rides fue la startup que incorporó estos vehículos al paisaje de la localidad californiana, el cual no fue el único en ser modificado: catorce ciudades estadounidenses habilitaron después esta forma de micromovilidad.
La empresa, que encara su tercer año de vida en 2019, ha llegado a estar valorada en los dos billones de dólares, al igual que su competidora Lime. Sin embargo, ambas startups están comenzando a tener dificultades, ya que, según The Wall Street Journal, los inversores están perdiendo interés en este mercado debido al encarecimiento de su coste. Esta situación provoca que Bird Rides y Lime se encuentren buscando con urgencia una mayor financiación.
Los motivos que están detrás de todo esto son la depreciación de los patinetes y el vandalismo. Dos ejemplos explican a las claras el primer caso: en mayo de 2018, Bird Rides ingresó semanalmente un total de 602.500 dólares con los que tenía que cubrir un coste de mantenimiento de 86.700 dólares. Además, Lime tuvo que retirar en octubre un total de 2.000 patinetes debido a las baterías defectuosas que, en ocasiones, comenzaban a arder o se fundían lentamente. A pesar de que esa cantidad de patinetes representaba menos del 1% de la flota de Lime, la startup decidió revocar su acuerdo con Ninebot, la empresa fabricante que se encarga de la mayor parte de la producción de vehículos de micromovilidad en Estados Unidos. El tiempo lo dirá, pero no parece que enemistarse con esta empresa fuera una decisión acertada.
Por otro lado, los patinetes de ambas startups tan solo tienen una duración de uno o dos meses de media antes de ser reemplazados. Es lógico, por tanto, que estas empresas quieran prolongar su tiempo de funcionamiento: Bird Rides estrenó el modelo Bird Zero, con un 60% más de batería, y Lime hizo lo propio con Gen 3, también con una batería más duradera.
Lo más visto
Lo malo es que muchas veces no tienen que reemplazarlos por la batería o por problemas técnicos, sino por todo lo que la gente hace con ellos, lo cual está creando unos verdaderos quebraderos de cabeza en el seno de las dos compañías. Algunas personas, alentadas por ciertos usuarios en las redes sociales, han hecho con los patinetes todo tipo de perrerías: los han roto en la calle, los han tirado en parkings, los han quemado e incluso los han lanzado a algún lago, como ocurrió en Oakland, donde sacaron en octubre un total de 60 patinetes eléctricos del Lago Merrit.
De hecho, Bird Rides tuvo que retirar su flota de patinetes de la ciudad de Louisville como consecuencia de dichos actos vandálicos. Con el objetivo de evitar males mayores, la empresa ha considerado la opción de integrar un mecanismo de candado en forma de cable retractable que pudiera atarse en semáforos.
Discrepancias sobre el futuro
La situación ha llegado a un punto en el que Bird Rides y Lime están gastando una fortuna para cambiar la dinámica y lograr mayor financiación. Sin embargo, los inversores se mantienen escépticos ante la capacidad de negocio de ambas startups y su progresión futura. Sin embargo, cabe recordar que cuando Uber alcanzó el valor de 3 billones de dólares, muchos asumían que era una locura invertir en esta empresa. Actualmente, Uber ha superado los 76 billones de dólares, y las mentes pensantes de los negocios no quieren volver a cometer el mismo error.
¿Pueden imitar Bird Rides o Lime lo que hizo Uber o el negocio de patinetes eléctricos terminará hundiéndose? Aún está por ver. La realidad, de momento, es que también está teniendo problemas en Europa.
El sueño americano en las calles europeas
Los patinetes eléctricos dieron el salto a nuestro lado del Atlántico en 2018. Uno de los principales motivos parece que fue la lucha contra la contaminación y el cambio climático. En este sentido, numerosas ciudades de Europa iniciaron una reconversión ecológica, añadiendo más espacios verdes o transformando calzadas en zonas peatonales. Siguiendo esta línea, Francia fue el primer país europeo en implementar el sistema de alquiler de patinetes eléctricos. Algunas ciudades de Alemania, Suiza, Portugal, Bélgica y España imitaron a las administraciones francesas de París y Burdeos, permitiendo que Bird Rides instalase sus patinetes en las calles de Berlín, Zurich, Lisboa, Bruselas, Madrid o Barcelona. No obstante, la empresa estadounidense está teniendo problemas en la mayoría de los países europeos donde se estableció, incluido España. El motivo es el mismo, la falta de regulación.
España: carencia de normativa y bajada de ventas
En nuestro país, algunos de los elementos que impiden que el uso de los patinetes sea fluido y tranquilo son la zona de circulación, el lugar de aparcamiento o los límites de velocidad. La carencia de una normativa clara ya se ha reflejado de forma trágica en un par de ocasiones. En diciembre de 2018 falleció en Barcelona una mujer, de unos 90 años aproximadamente, debido a las heridas causadas por el atropello de un patinete eléctrico. Dos meses antes, una mujer de 40 años falleció en Sabadell al ser atropellada por un camión después de caerse del patinete eléctrico en el que circulaba.
Para evitar una situación de descontrol, los ayuntamientos de ciudades como Madrid o Barcelona cambiaron la regulación del uso de estos vehículos. Sin embargo, acabaron por tomar una medida drástica ante el incumplimiento de la normativa por parte de las empresas: ordenaron retirar todas la flotas de patinetes hasta que las compañías se adecuasen a la ley.
Por todo ello, la presencia en los medios de comunicación de los patinetes eléctricos ha tenido un carácter negativo, lo cual probablemente ha afectado a la opinión pública. Es uno de los factores que ha provocado, según los vendedores de patinetes particulares, la caída en ventas de este tipo de vehículos hasta un 50% y 70%.
¿Simple mala racha?
A pesar de las malas noticias, hay numerosos indicios que sugieren que esta situación sea transitoria, por ejemplo, el interés de grandes empresas como SEAT o Xiaomi en producir sus propios patinetes eléctricos. En el momento en el que las compañías adapten dichos vehículos a la normativa de cada ciudad, pulan los fallos técnicos y los usuarios tengan cada vez más información acerca de cómo se debe circular, y actúen en consecuencia, ese triste paisaje de bicicletas amontonadas en descampados que se puede ver en China no llegará todavía con los patinetes. Esperemos que así sea si consiguen su propósito: el de poder moverse por ciudades más verdes, con menos atascos y con opciones de transporte no contaminantes.