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Cada cierto tiempo parece que el mundo va a implosionar... pero no: repasamos otros casos de histeria colectiva
No podemos evitar la histeria colectiva (y, en muchos casos, no queremos evitarla). Vamos a hablar de lo que nos gusta crear pánico y cómo usamos cualquier cosa para ello.
11 Febrero 2020
|Parece que no sabemos vivir felices. Ni sabemos, ni podemos, ni queremos. Bastante tenemos con nuestro día a día como para encima, preocuparnos por cómo se va a acabar el mundo o si vamos a coger la peor enfermedad habida y por haber. La mente humana tiene una gran capacidad para generar una histeria que nos traspasamos de unos a otros y, con los medios de comunicación y la inmediatez entre los puntos más distantes del globo, más aún.
Si mientras leías lo anterior estabas pensando en el coronavirus, enhorabuena, yo también me refería a eso. Precisamente ha sido aquí cuando hemos podido comprobar la magnitud de crear una histeria colectiva. Y es que, casi literalmente, el mundo se ha paralizado por completo. Se han detenido los sistemas de transportes, bolsas económicas y ritmos de vida, tanto de las zonas en las que ha habido casos como en las que no. La mayoría de la población nos hemos convertido en 'todólogos' y nos hemos creído con la licencia de hablar con todos nuestros conocidos sobre el coronavirus (del que por supuesto ahora somos muy expertos por haber leído dos noticias y haber visto cuatro telediarios). Y ya, por mencionar, cabe destacar la gran cantidad de comportamientos racistas que han salido a la luz, totalmente sinsentido e incoherentes.
¿Cuántas veces se ha creado una alarma internacional por una enfermedad que al final no nos afectó lo más mínimo? ¿Cuántas veces hemos oído que se iba a acabar el mundo? A lo largo de los últimos siglos (porque los de antes ni los cuento) hemos sobrevivido a varios "días del fin del mundo" y hemos salido alegres e impunes. Pero parece que no aprendemos y, cada X tiempo, creamos un terror, una alarma social, para preocuparnos a cada minuto del día. Aunque algunos son más que justificados que otros, vamos a ahondar un poco más y ver qué tipo de circunstancias desatan o han desatado una histeria global.
Por supuesto, no podíamos empezar sin hacer una pequeña mención a los medios de comunicación. En una sociedad tan globalizada y cada vez más rápida, es indispensable contrastar fuentes fiables e informarse antes de creernos todo lo que vemos en Internet. Y raciocinio, por favor, que parece mentira que hayamos llegado hasta el siglo XXI. ¡Vamos con la lista!
1 Pandemias
Gripe A, neumonía típica, Vacas Locas, ébola y coronavirus. ¿Os suena algún nombre? Todos ellos han sido casos de enfermedades que han desatado una histeria colectiva de la que la mayoría de nosotros hemos podido ver estragos, aunque la enfermedad no nos haya tocado de primera mano. Pongo un ejemplo: octubre del año 2014, Alcorcón (Madrid). La gente ni quería acercarse allí porque se detectó un caso de ébola en el mismo. En el metro, la gente iba con guantes, mascarillas y lanzaban una mirada asesina a cualquier persona que estornudara, tosiera o tuviera "mala cara". Era un todos contra todos y sin ningún tipo de filtro.
Situaciones similares estamos viviendo ahora mismo y es que hay quienes insultan, amenazan o repudian a ciudadanos asiáticos por pensar que tienen coronavirus, permitiéndose tener comportamientos humillantes y racistas.
Lo más visto
Está bien conocer protocolos para mejorar nuestra salud y guardar nuestra higiene para prevenir todo, pero no hace falta volvernos unos obsesos e impedir el contacto con cualquier persona desconocida. Y, mucho menos, utilizar esta excusa para ser racistas.
2 Fin del mundo
Mi favorito. Quizá es uno de los mayores miedos de nuestra sociedad: el fin del mundo. Materializado en imágenes gracias a Hollywood, nos ayuda a pensar cómo sería y lo mal que lo pasaríamos, nos crea la idea. Esta histeria que se produce cuando alguien vaticina el fin del mundo no se produce tanto a nivel global, sino a nivel de comunidades o colectivos. Un caso muy típico es el de comunidades profundamente religiosas, que se reúnen para el día final (y luego no pasa nada). Veamos algunos años clave:
2000, el año en el que la tecnología iba a petar y el mundo iba a ser insostenible. Evidentemente, no pasó nada. 2012, unas predicciones sobre el calendario maya. 2014, predicciones del calendario vikingo. 2016, aparecería la bestia el 6/6/2016... e incontables ejemplos desde los inicios de la humanidad.
Otra curiosa anécdota es la del numerólogo cristiano estadounidense, David Meade, quien predijo el fin del mundo el 23 de septiembre de 2017. Tanto el eclipse solar que tuvo lugar un mes antes como un terremoto en México el 19 de septiembre dieron alas a su profecía, y sus palabras se propagaron como la pólvora. Después se retractó y señaló que sería el 23 de abril del 2018, año en el que el Planeta Nibiru llegaría a la Tierra con el Anticristo (que aseguraba que era Donald Trump). De momento, no ha predicho nada más. Mejor que se quede en su casa tranquilamente, sí.
Es importante señalar que estas falsas teorías pueden generar desastres inconcebibles. El 17 de marzo del año 2000, el líder de una secta religiosa Joseph Kibweteere quemó vivas a la escalofriante cifra de 778 personas para evitar el fin del mundo en Uganda. Una tragedia que, por desgracia, no es poco común en las sectas que vaticinan el fin del mundo.
3 Desastres naturales
Los grandes tsunamis de la última década y los huracanes y terremotos, así como los peligros de los volcanes activos, también han generado cierta histeria que hablan de la desaparición de grandes territorios, países y, en definitiva, de la vida humana. Aunque muy pocas veces hemos visto que las catástrofes naturales lleguen a tal magnitud, nuestra mente viene ya motivada por todas las películas hablan de ello. Además, en los últimos años, con los problemas de clima a los que nos enfrentamos, sí que es verdad que está habiendo una constante inestabilidad climática.
Afortunadamente, si este fuera el caso, aún queda tiempo de comenzar a trabajar para detener el fin del mundo y los desastres naturales que cada vez vivimos (a muy pequeña escala) con mayor frecuencia.