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¿Por qué Ayrton Senna sigue siendo un mito de la Fórmula 1?
Han pasado 28 años de su accidente mortal en la pista y su leyenda es más grande que nunca no por cómo murió, sino por cómo vivió.
26 Abril 2019
|No es el piloto de Fórmula 1 con más títulos. Schumacher, Hamilton, Fangio, Prost o Vettel le superan en estadísticas. Pero, 28 años después de su muerte, Ayrton Senna sigue siendo el piloto más mencionado en redes sociales, una plataforma que ni siquiera existía el 1 de mayo de 1994. Aquel accidente retransmitido en directo traumatizó colectivamente al planeta, pero el mito de Senna sigue inspirando a millones de personas no por la aparatosidad y prematuridad de su muerte, sino por la épica de su vida.
En su sexta carrera como piloto profesional de Fórmula 1, Mónaco 84, Senna hizo historia con un coche perdedor. La escudería Toleman le llevó a arrancar en 13ª posición, pero tras una vuelta se colocó 9º. Un diluvio de proporciones bíblicas ralentizó a sus competidores y, mientras el mejor piloto del mundo en aquel momento, Alain Prost, pedía la suspensión de la carrera, Senna parecía crecerse y volar sobre las aguas de las calles de Montecarlo (un premio que no se corría en circuito, sino en carretera real) hasta llegar a la segunda posición. Esa disparatada imprudencia marcaría su carrera y cambiaría la forma de conducir en la Fórmula 1.
El talento de Senna para sobreponerse a la lluvia era celebrado por los admiradores de la Fórmula 1 como un don sobrenatural, pero en realidad se debía a que su primera carrera mojada le salió tan mal que se obsesionó y entrenó duramente cada vez que llovía. Esta es una de las contradicciones de Ayrton Senna que fascinaban al público: era un maniaco y un santo, una estrella del rock y un samurái, arrogante y disciplinado, visceral y espiritual, inmaduro y solemne, conductor tramposo y hombre de Dios. Héroe y villano, según quien cuente la historia. Amado y odiado, según a quién le preguntes.
Esta complejidad le convirtió en un personaje apasionante para la prensa deportiva, por ser un piloto tan polémico (adelantaba a sus rivales rozándoles y chocó con más coches que ningún otro piloto) como virtuoso (bailaba con el volante, apurando los milímetros del asfalto en cada curva y siempre superaba las limitaciones técnicas de su coche). Pero en Brasil era además un ídolo de masas, un símbolo de lo que podía conseguir un país asediado por la pobreza que todavía no había superado su dictadura. Senna aportó humanidad a un deporte basado en la tecnología. Le dio a la Fórmula 1 entrañas, pasión, emociones, introspección, instinto y fe. Y llevó las cifras de audiencia a récords inéditos en aquel momento.
Y luego estaba el relato espiritual. Cuando iba primero en Mónaco 88, siguió acelerando (se decía que si Prost necesitaba ser 5º para ganar se conformaría con esa posición, mientras Senna siempre corría para ser 1º incluso cuando tenía el campeonato perdido) hasta ir dos segundos por delante de sus competidores. "De repente me di cuenta de que no estaba conduciendo conscientemente" confesaría al terminar, "estaba en una dimensión diferente, como si condujese por un túnel con raíles. Había sobrepasado mi límite y aun así seguía superando nuevos límites. Mi reacción inmediata fue frenar, porque me asusté al comprender que estaba mucho más allá de mi consciencia". Este componente místico, su certeza de que veía a Dios cuando entraba en estos trances y las acusaciones de Prost de que Senna creía que su fe le volvía inmortal engrandecieron la leyenda de Ayrton mientras en los despachos se le consideraba un loco.
Su rebeldía contra la federación cada vez que le descalificaba provocó el rechazo de sus compañeros y la desaprobación de las instituciones que no soportaban que Senna no bailase según sus intereses políticos y económicos. Pero a la vez Senna aportaba drama a la Fórmula 1, le daba pasión, espectáculo, suspense e intensidad. Durante una década, Senna fue Oliver Atom, Mark Lenders y Julian Ross a la vez. Y además su estilo de vida saludable, orgulloso de su familia y de su país, generoso con sus fans y con causas benéficas le convirtió en un héroe romántico. La batalla definitiva la ganó en Interlagos en 1991.
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Senna había ganado dos campeonatos del mundo y 27 carreras, pero nunca en Brasil. Cuando quedaban dos vueltas, el coche se le atascó en la sexta marcha y así tuvo que terminar la carrera. Pero ganó, en su habitual estado de éxtasis que le llevaba a gritar y a hablar en un idioma que nadie comprendía, y al salir del coche se desmayó por los espasmos musculares. Apenas fue capaz de levantar la copa de ganador, pero aquella carrera había sido la gesta más heroica de su trayectoria. "Hago cosas que nadie más es capaz de hacer, pero mientras me ven como el mejor, el más rápido y alguien intocable, soy enormemente frágil. Porque en un segundo, se acaba". De nuevo, la contradicción de un hombre tan fuerte como para domar una máquina a 250 kilómetros por hora pero tan débil como para desvanecerse una vez ha ganado la carrera elevó la fe de su pueblo. Con esa victoria en casa Senna se confirmó como una inspiración de valores para la sociedad brasileña.
Pero el hombre detrás del mito fue perdiendo la sonrisa juvenil con la que había irrumpido en el circuito en 1984. Cuando le descalificaron en 1989 por regresar a la pista por un atajo, dándole el campeonato a Prost (amigo, por otra parte, del presidente de la federación), reclamó una rectificación entre lágrimas de rabia. El año siguiente, chocó contra Prost nada más comenzar la carrera que iba a decidir el título: si el francés la terminaba, ganaría el campeonato. Senna reconocería después, una vez se había coronado como campeón, que le golpeó a propósito. En 1994, la temporada que nunca terminaría, Senna había perdido la motivación tras la retirada de Prost y su nuevo fichaje por la escudería Williams (que había llevado a la victoria a Mansell y a Prost los dos años anteriores gracias a una tecnología electrónica que facilitaba el equilibrio del coche) no estaba dándole la supremacía que él esperaba. Ese año la federación prohibió la tecnología electrónica de Williams y lo que se encontró Senna fue un coche tartana.
La paranoia de que el Benetton de Michael Schumacher sí utilizaba tecnología prohibida, el grave accidente de Barrichello durante los entrenamientos de aquel fin de semana, sus dos retiradas en las dos carreras iniciales de la temporada, los interminables problemas técnicos de Williams y las sucesivas modificaciones que le obligaban a acomodarse a un coche nuevo en cada carrera llevaron a Senna a presentarse en San Marino agotado por la ansiedad. Tras la muerte de Roland Ratzenberger durante la carrera de clasificación del sábado, su jefe y amigo Frank Williams le propuso retirarse e irse juntos a pescar. "No puedo retirarme", le respondió Ayrton sin inmutarse. Durante la sexta vuelta de la carrera, la columna de dirección se rompió por culpa de la nueva ubicación que le habían encontrado para poder ensanchar el asiento, Senna se salió de la pista a 265 km/h y varias piezas (una rueda, un tirante y un brazo de suspensión) salieron disparados contra la cabina, atravesando el visor de su casco. Hoy los accidentes en Fórmula 1 son protegidos por cortinas para no herir la sensibilidad de los espectadores, pero en aquel momento nadie concebía una muerte en directo (a pesar de haber ocurrido una 24 horas antes) y el mundo entero fue testigo del final de la vida de Ayrton Senna.
El Tribunal Supremo italiano encontró culpable del homicidio involuntario a uno de los diseñadores del coche, Patrick Head, pero el caso ya había prescrito. Las mejoras en la seguridad provocadas por el trauma que supuso aquel fin de semana negro han garantizado que desde entonces no haya habido ningún accidente fatal en la Fórmula 1. Cuando Michael Schumacher logró su tercer título y le recordaron que así igualaba a Senna, el alemán se echó a llorar, en una de sus escasas muestras de emoción públicas. "Ayrton Senna tenía una habilidad innata para provocar emociones en la gente, un talento que ni Prost ni Schumacher poseyeron" explica el New York Times. "Comparado con la generación actual de pilotos, que se muestran cautos al hablar y actuar y que tienen miedo a las polémicas en el negocio global en el que la conducción de élite se ha convertido, el comportamiento de Senna era rico en humanidad". Si Senna ha pasado a la posteridad como una leyenda ha sido, paradójicamente, gracias a sus cualidades como ser humano.
Su ausencia total de miedo llevó a Senna a redefinir lo que podía hacerse en un coche de Fórmula 1, pero cuando tres millones de personas (la mayor asistencia de la historia registrada en un funeral), ricos y pobres unidos bajo una misma ilusión nacional, acompañaron su féretro por las calles de Sao Paulo, flanqueado entre otros por Alain Prost, Senna demostró haber trascendido la técnica. Ayrton Senna simbolizó, como pocos hombres o mujeres han logrado, la capacidad del deporte para dotar a la vida de un mayor significado.